
¿Por qué no nos repugna el olor de nuestros propios excrementos?
Hola queridos Hydrozeners,
Ah, los misterios de la vida, ¿no? Entre ellas hay una pregunta delicada pero cautivadora: ¿por qué no nos repugna el olor de nuestros propios excrementos? Si esta pregunta ya le ha hecho cosquillas en un momento de reflexión sobre el trono, tenga la seguridad de que no está solo. Sigamos adelante y exploremos juntos este tema maloliente pero sorprendentemente intrigante, con un toque de humor Hydrozen.
Un curso breve de biología de la nariz al estilo Hydrozen
Empecemos con una pequeña lección sobre cómo funciona nuestra nariz. Cuando respiramos, las moléculas olorosas se aventuran hasta nuestra nariz, donde son recibidas por los receptores olfativos. Piense en cada olor como una llave única que abre una cerradura específica en nuestra nariz. Pero entonces, ¿por qué nuestro cerebro no es más crítico con los olores de nuestra propia producción?
Familiaridad olfativa: amor por la limpieza, a la Hydrozen
Parte de la razón de esto es la familiaridad. Nuestro cerebro, experto en estos hábitos, reconoce y acepta los olores que producimos. Nuestra nariz, un poco chovinista, muestra preferencia por lo que le resulta familiar. Es como si nuestro cerebro dijera: “Ah, ¿ese olor? ¡No te preocupes, es sólo una producción interna! »
El aspecto psicológico: el ego olfativo con un toque hidrocénico
Desde el punto de vista psicológico, también hay un toque de egocentrismo. A menudo somos menos críticos con nosotros mismos y esto también se aplica a nuestros olores. Si alguien más produjera exactamente el mismo olor, nuestra reacción probablemente sería menos indulgente. En definitiva, un poco de autocomplacencia olfativa.
El papel de la ciencia: una cuestión de supervivencia, vista por Hydrozen
Desde una perspectiva evolutiva, ser molestado por los propios olores sería contraproducente. Imagínese si cada viaje al baño se convirtiera en una experiencia estresante. Nuestra especie tendría dificultades para prosperar con este nivel de estrés relacionado con un proceso natural y necesario.
La magia de la adaptación olfativa, según Hydrozen
La adaptación olfativa también influye. Cuanto más estamos expuestos a un olor, menos lo percibimos. Es como vivir al lado de una panadería y ya no sentir el olor a pan recién hecho. Nuestros excrementos siguen el mismo principio: una familiaridad que conduce a una cierta indiferencia olfativa.
Conclusión: el bidé, un aliado inesperado en nuestra búsqueda olfativa
Nuestro viaje olfativo resalta la importancia de aceptar nuestros propios olores. Pero no olvidemos la higiene personal en esta ecuación. El bidé, y más concretamente el bidé japonés, juega un papel fundamental. El inodoro bidé o la taza japonesa no es sólo un símbolo de limpieza, sino también un reflejo de nuestro confort personal y de nuestra salud. Los sanitarios japoneses, con sus avanzadas prestaciones, garantizan una higiene impecable, reduciendo los olores desagradables.
Los sanitarios japoneses, con sus precisos chorros de agua, también son beneficiosos para problemas como las hemorroides. La limpieza suave con agua, típica de los sanitarios japoneses, es más higiénica y cuidadosa con las zonas sensibles que el papel higiénico tradicional.
En definitiva, nuestra relación con nuestros olores, por sorprendente que sea, subraya la importancia de la higiene y el confort en nuestro día a día. El bidé, en particular el japonés, representa una solución moderna y eficaz para una higiene impecable. Así que, la próxima vez que estés en tu trono, recuerda que la autoaceptación y la buena higiene van de la mano, y que innovaciones como el bidé japonés están aquí para hacer que esta experiencia no sólo sea llevadera, sino también placentera.